Autor: León Guevara Adelis
La medicina y la poesía han andado siempre de la mano desde tiempos muy remotos y sus andanzas se pierden en la lejura del mito. Con solo recordar que Apolo, el de los bucles azulados como los pétalos del pensamiento, además de inventor de la cítara y dios del sol, de la música y de la poesía, lo fue también de la medicina, comprenderemos la afinidad con la leyenda. Yo me maravillo cada día más de los fascinantes portentos de la naturaleza y también de los poéticos porque siempre se han asimilado a lo mágico. Cómo no maravillarse, por ejemplo, con la asombrosa función que cumple una simple hoja de árbol para transformar la energía luminosa en energía química; cómo no deslumbrarse del gusano para metamorfosearse en la frágil y bella mariposa; y cómo no quedarse perplejo ante el asombro de quien hace posible que una hormona sea secretada por una glándula y que ejerza su influencia sólo en la célula a la que va destinada y que cuente con receptores especialmente capaces para reconocer su estructura molecular. Todas esas maravillas y misterios del universo son, sin duda, actos que no pueden atribuirse al azar. Creo con el verso de Jorge Luis Borges que algo que, ciertamente, no se nombra con la palabra azar rige estas cosas. A ese algo a alguien puede dársele el nombre que quiera. Yo me anoto en la cuarteta de Borges: Nadie rebaje a lágrima o reproche esta declaración de la Maestrías de Dios, que con magnífica ironía me dio a la vez los libros y la noche.
2012-08-31 | 682 visitas | 1 valoraciones
Vol. 10 Núm.2. Junio 2012 Pags. 49-50 Rev Venez Endocrinol Metabol 2012; 10(2)