Autor: Cuéllar Montoya Zoilo
Con inmenso pesar tomo la pluma para rendir un afectuoso homenaje póstumo a quien fuera, cuando inseguro daba mis primeros pasos en el ejercicio profesional, allá en las ya lejanas épocas de mis prácticas asistenciales como Interno Rotatorio en el vetusto Hospital de San José, uno de mis primeros maestros en el campo de la oftalmología: el Profesor Alfonso Tribín Piedrahíta. Aél me unió una estrecha amistad en esa época, interrumpida solamente cuando el mismo ejercicio profesional, practicado en diferentes instituciones, nos separó por varios años. Esta noble y más que centenaria Academia Nacional de Medicina, nos unió nuevamente, desde el momento cuando a ella presenté mi trabajo de ingreso: Tribín Piedrahíta me llamó entonces y, con la seriedad y rigidez que lo caracterizaba, pero con la rectitud y la imparcialidad del maestro, después de hacerme comparecer a su Académico Zoilo Cuéllar Montoya, Presidente de la Academia Nacional de Medicina presencia, con mi trabajo entre sus manos y mirándome abierta y frontalmente a los ojos me dijo: -¡Zoilo; Usted ingresa a esta Academia no al impulso de sus brillantes e inolvidables ancestros, sino por sus propios merecimientos!- y, después de darme las indicaciones necesarias para corregir mi trabajo, me lo entregó y me solicitó devolvérselo a la mayor brevedad lo cual, naturalmente, cumplí, al pie de la letra. Después de enviarlo nuevamente, y esperar algunas semanas, se me informó que había sido aceptado como Miembro Correspondiente de la Corporación. Eran esas épocas difíciles en las relaciones profesionales de los oftalmólogos nacionales, pero Tribín Piedrahíta supo anteponer, a toda otra consideración, su sentido de justicia, de transparencia y de imparcialidad.
2012-10-10 | 637 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 26 Núm.4. Octubre-Diciembre 2004 Pags. 281-282 Medicina Ac. Col. 2004; 26(4)