Las personas que padecen diabetes tienen alto riesgo de desarrollar un tipo común de arritmia llamada fibrilación auricular, la cual se acrecienta cuanto más grave es la enfermedad metabólica, a medida que se alarga el periodo del tratamiento de ésta y mientras el control de la glicemia sea malo. Por otro lado, dicha fibrilación incrementa el peligro de ACV e insuficiencia cardiaca. Los enfermos de diabetes no controlada presentan 40% más riesgo de fibrilación auricular. En un estudio para evaluar esta frecuencia se encontró que 18% de las personas con arritmia consumen medicamentos para la diabetes. Para evaluar la gravedad de la diabetes el equipo usó dos mediciones del nivel de hemoglobina A1C y la cantidad de tiempo en tratamiento, observó que el riesgo de fibrilación auricular se acrecentó a medida que disminuyó el control de la glicemia (6% en las personas con niveles de A1C de 7 o menos, lo que indica un buen control del azúcar en sangre en el largo plazo, pero aumentó el peligro a 50% en quienes presentaban niveles entre 7 y 9, y casi se duplicaba en aquellas con niveles por encima de 9) y por cada año que el paciente había consumido medicamentos para su control; la posibilidad de generar arritmia auricular aumentó 3%. Las mujeres y los hombres con diabetes tienen un mayor riesgo de desarrollar este ritmo cardiaco anormal, sin embargo en éstos la asociación entre los dos problemas no es tan fuerte. En el caso de los hombres, obesidad e hipertensión son los principales factores de riesgo de la diabetes. Durante la fibrilación atrial las dos cámaras superiores del corazón bombean de forma irregular, cambia la frecuencia o ritmo habitual (bradicardia o taquicardia), provocando que la sangre se agolpe y se acumule. Si un coágulo viaja fuera del corazón y se aloja en una arteria o en el cerebro, puede producir un ACV. En ocasiones se acompaña de lo que el paciente percibe como palpitaciones.
2012-11-23 | 17,936 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 35 Núm.420. Noviembre 2012 Pags. 1 y 3 Prescripción Médica 2012; 35(420)