Autor: Bausela Herreras Esperanza
Los lóbulos frontales, concretamente la corteza prefrontal se encuentran implicados en las funciones cognitivas más complejas y evolucionadas del ser humano; así como, las funciones ejecutivas. Con ellas trasformamos nuestros pensamientos en decisiones, planes y acciones. Tradicionalmente la disfunción ejecutiva ha ido ligada a la alteración del lóbulo frontal, como consecuencia de un traumatismo craneoencefálico, siendo el caso Phineas Gage un caso que marcó un hito en el estudio de esta vinculación. No obstante, esta vinculación es reduccionista e incompleta, como así lo demuestra el estudio de diferentes trastornos del desarrollo que se acompañan de alteraciones en el funcionamiento ejecutivo. Objetivo: Conocer inicialmente la base neurológica del funcionamiento ejecutivo y en profundizar seguidamente, en el síndrome disejecutivo. En la actualidad, existen numerosos trastornos neurológicos y neuropsiquiátricos en la etapa infantil y adolescente (déficit de atención con y sin hiperactividad, trastorno del espectro autista, trastorno de aprendizaje esquizofrenia infantil y epilepsia del lóbulo frontal) que se caracterizan por la presencia de diferentes alteraciones comúnmente observadas en pacientes con lesiones vinculadas al lóbulo frontal. Conclusiones: La disfunción del funcionamiento ejecutivo, común en todos estos trastornos, nos indicar que los mecanismos neuronales implicados en estas funciones incluyen extensas regiones del cerebro y que su disfunción tiene efectos profundos en la adaptación global de niños y adolescentes en su contexto sociofamiliar y académico. Así como planteamos el cuestionamiento de ¿las dificultades en el funcionamiento ejecutivo son causa o consecuencia de los diferentes trastornos analizados?
Palabras clave: Déficit de atención con y sin hiperactividad dificultades de aprendizaje disfunción ejecutiva epilepsia del lóbulo frontal.
2013-01-14 | 1,349 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 17 Núm.3. Julio-Septiembre 2012 Pags. 179-187 Arch Neurocien Mex 2012; 17(3)