Comenzar una reflexión sobre el cuidado es un verdadero desafío. Aun cuando esta palabra, tan simple para muchos, retumba en los oídos desde que, como seres vivientes, nos hacemos conscientes de nuestra existencia en este mundo, su significado va más allá de una simple definición, envolviendo cada acción y situación a las cuales nos vemos enfrentados. Como conciencia colectiva, el cuidado se aplica a distintos actos cotidianos. Los padres cuidan a sus hijos desde su nacimiento; los hijos cuidan a sus padres cuando estos envejecen. Cuidamos a los seres vivos que nos rodean (animales y plantas), incluso, nos referimos en iguales términos a los objetos que, en muchas ocasiones, con esfuerzo se han adquirido, y que por tal razón son merecedores de sentimientos y consideraciones, por lo cual, no hay temor en creer y decir abiertamente que “cuidamos nuestra casa o nuestro auto”. Sólo basándose en estos ejemplos cotidianos, se podría pensar que el cuidado es una acción tan simple como preocuparse de alguien o algo. Sin embargo, considero que esta palabra encierra una belleza, quizás poco explorada en mi experiencia como matrona, pero gratamente conocida e incorporada por las enfermeras. El primer paso a seguir, por tanto, es que ante todo término en superficialidad conocido, pero en esencia desconocido, es imprescindible develar en primera instancia su significado. El cuidado, aun en tiempos actuales, sigue siendo un término con diferentes acepciones, y que incluso, depende de a quien se le interrogue sobre el mismo, la percepción que tenga de éste.
2013-04-08 | 665 visitas | 1 valoraciones
Vol. 23 Núm.2. Julio-Diciembre 2012 Pags. 9-12 Horizon enferm 2012; 23(2)