Autor: Ruiz Argüelles Alejandro
La hematología clínica es una rama eminentemente cognitiva de la medicina interna que, a diferencia de otras subespecialidades médicas, ha estado estrechamente ligada a las ciencias de laboratorio. El entrenamiento tutorado de los primeros hematólogos siempre estuvo al lado el microscopio y la habilidad para reconocer células anormales (blastos, drepanocitos, plaquetas gigantes, reticulocitos, por mencionar sólo algunos) es uno de los objetivos importantes de la preparación académica de estos especialistas. Quizás esta alianza, para la exploración de un paciente mediante instrumentos diferentes a los empleados al lado de la cama, ha sido un factor decisivo en la apertura que esta especialidad ha mostrado hacia las más sofisticadas y modernas tecnologías de laboratorio. Amén de esta actitud de apertura, la accesibilidad anatómica de los tejidos que afectan, mayormente, las enfermedades hematológicas –sangre y médula ósea– ha facilitado que muchas de estas tecnologías clínicas encuentren en los padecimientos hematológicos su primer área de aplicación. Esta vida en común, del hematólogo clínico y el profesional del laboratorio, ha sido de gran provecho para ambos: el hematólogo dispone de muchas herramientas para diagnosticar y clasificar a las enfermedades, para tomar decisiones terapéuticas, evaluar la respuesta a variantes distintas de tratamiento y para vigilar la evolución de los pacientes; por su parte, el profesional del laboratorio ha tenido la necesidad y la oportunidad de desarrollar nuevas y mejores estrategias analíticas para responder a las demandas, cada vez más exigentes, de la práctica hematológica. Por ello no es sorprendente que las neoplasias del tejido hematopoyético sean las que se han explorado más exhaustivamente desde el punto de vista inmunofenotípico, ni que se hayan reclasificado las variantes de algunas enfermedades oncohematológicas a partir del conocimiento de la expresión de antígenos intra y extracelulares. Tampoco sorprende que el desarrollo de anticuerpos monoclonales, fluorocromos y citómetros de flujo con capacidad de detectar diez y más parámetros en cada célula, tengan en la práctica de la hematología su más amplio escenario de aplicación y reflejen, en mucho, la respuesta a sus necesidades. De manera semejante sucede con el laboratorio de biología molecular, que ha encontrado en la práctica de la hematología clínica un terreno de muchas y muy importantes aplicaciones, al ofrecer al especialista la detección sensible y específica de genes quiméricos y mutaciones que están asociadas, en mayor o menor grado, con ciertas enfermedades o variantes con diferente pronóstico y respuesta al tratamiento.
2013-07-04 | 567 visitas | 1 valoraciones
Vol. 11 Núm.4. Octubre-Diciembre 2010 Pags. 167-168 Rev Hematol 2010; 11(4)