Uno de los aspectos más fascinantes de los patógenos que acechan a los seres humanos es que en ocasiones ya traen, por adelantado, la defensa de la defensa, esto es, su propio gladiador diseñado contra el antídoto que se espera desarrolle el sujeto atacado; algo así como un sistema antiantiterrorismo. Seguramente la mayoría de los lectores, en particular los médicos, ya están adelantándoseme y pensando, como ejemplos representativos, en las enfermedades infecciosas, cuyos gérmenes han podido, en el transcurso del tiempo y la experiencia con sus “contactos de tercer tipo” (enfermedades infecciosas) desarrollar una endiablada serie de estrategias beligerantes para, de esa manera, salir indemnes de los mecanismos defensivos, extrínsecos e intrínsecos, de sus huéspedes. Cuando uno estudia estos mecanismos generados por los gérmenes es difícil resistirse a interpretar tanta fineza dentro del castigo como un fenómeno aleatorio. Y aunque seguramente es imposible concebir una conciencia en los “bestioles” y virus y, peor aún, algún propósito de maldad, lo que provocan con su elegante complejidad es, ya no digamos aterrador, sino un fenómeno que nos hace dudar de la amoralidad de la materia y sus interacciones.
2013-07-04 | 458 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 11 Núm.4. Octubre-Diciembre 2010 Pags. 215-216 Rev Hematol 2010; 11(4)