Autor: Meljem Moctezuma José
El 8 de marzo se conmemoró el Día Internacional de la Mujer, que en este año tuvo como lema “Una promesa es una promesa: es hora de actuar para acabar con la violencia contra la mujer”. En definitiva, una voz que exige terminar con esta extendida e inaceptable expresión de desigualdad y violación de los derechos humanos, con graves repercusiones en la salud, la libertad, la seguridad y la vida de las mujeres y las niñas. Una voz que incita a pasar de los discursos a las acciones concretas, en la forma de leyes firmes, respaldadas con implementación y servicios de protección y prevención. La invisibilidad, “normalidad” e impunidad de la desigualdad y la violación de los derechos humanos de las mujeres, son rasgos que la acompañan como producto de las pautas culturales dominantes en nuestras sociedades en las que la violencia a las mujeres forma parte de lo cotidiano en los ámbitos familiar, de pareja, en la prestación de servicios, en el trabajo, en los abusos cometidos por desconocidos en la vía pública y en la administración de justicia. Estos actos continúan siendo vistos como eventos del ámbito privado, como contingencias frecuentes en la vida de una mujer, como justificado ejercicio de autoridad para “corregir” comportamientos que se salen de los roles esperados de madre, hija, novia, esposa o paciente, y no es raro que incluso se responsabilice a las propias mujeres como incitadoras de la violencia sexual. De todo lo anterior, se desprende la impunidad, ya que si la violencia es “natural”, “normal”, “privada” o “provocada” no se percibe como violación a ningún derecho y por lo tanto su denuncia es común que sea cuestionada y que no derive en una sanción.
2013-07-17 | 512 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 22 Núm.1. Enero-Marzo 2013 Pags. 3 Rev CONAMED 2013; 18(1)