Autor: Barret Gonzalo
Siempre he considerado un privilegio haber conocido al Dr. Enoch Cancino Casahonda, hombre jovial y de plática amena de la que brotaba, sin duda alguna invariablemente, una anécdota que recordaba al Tuxtla ya ido, al Tuxtla de los abuelos, de las casas abiertas y de las tertulias en la banqueta donde los más viejos, en las tardes, sacaban sus sillas y sus butaques para platicar los sucesos del día, mientras el viento soplaba su fresco aliento con aroma de la flor de ylang-ylang, traído desde la cañada de San Fernando, flor de canaga, quizá abandonada por algún inmigrante filipino que hizo suyo el suelo de los alrededores de Tuxtla. Tardes de degustar una deliciosa taza de café mientras en una charola se repartía el pan tradicional, “pan de panadera” decía mi abuela, y se esparcía en el ambiente la sensación de la tranquilidad provinciana y del amor a la tierra.
2013-10-29 | 1,499 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 1 Núm.2. Abril-Junio 2013 Pags. 64 Sal Chiap 2013; 1(2)