El concepto de educación ha sido cambiante desde sus comienzos; sin embargo, es probablemente en los últimos cincuenta años que ha aumentado la investigación en este campo, dando como resultado una revolución educativa en la cual se ha cambiado de protagonista, de metodología, de espacio, y se ha modificado el diseño curricular. Los programas de formación de ortopedistas deberían girar en el mismo sentido. El profesor, como actor principal, fue reemplazado por un discípulo activo que decide, con la guía de su maestro, qué necesita aprender, en qué fuentes va a buscar la información, en qué tiempo y horario lo va a hacer, entre otros. De suponer que el alumno era una botella vacía que debía ser llenada de conocimiento y habilidad, se pasó a reconocer que existe una base importante sobre la cual se fundamenta el aprendizaje. Probablemente el estudiante de posgrado prefiera un acompañamiento en el camino que le permite estructurar su perfil profesional. De las clases magistrales en las que el poseedor de la verdad exponía su sabiduría y experticia en un campo (o varios), se ha avanzado al autoaprendizaje, donde el discípulo explora varias fuentes (incluyendo a su maestro), y construye su conocimiento. Además, se han explorado otras técnicas que soportan el aprendizaje. En general, el plan de estudios de cualquier residencia está fundamentado en el futuro quehacer del especialista. Aunque no se dan clases magistrales, tampoco se estimula el autoaprendizaje, ni siquiera se otorga el tiempo para que el residente estudie, investigue, en fin, construya su conocimiento.
2008-01-09 | 966 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 21 Núm.3. Septiembre 2007 Pags. 143 Rev Col de Or Tra 2007; 21(3)