En todas las salas de partos de cualquier parte del mundo, los recién nacidos son sometidos a una evaluación biofísica directa o indirecta, por uno o más profesionistas. Desde luego por quien atiende el parto; por el pediatra neonatólogo, si la institución cuenta con ese profesionista; por la enfermera y por el anestesiólogo. Quienes están calificados para estar al servicio de las mujeres embarazadas, saben bien que el primer examen médico que se le hace a un recién nacido debe comprender la evaluación de cinco expresiones clínicas, que permiten concluir rápidamente si esa criatura que ya está fuera de su madre ha nacido con la capacidad de respirar y adaptarse al medio que lo rodea. Esto es un hecho de observación propio de la naturaleza humana, pero desde 1953 quedó establecida una metodología científica objetiva que desde entonces obliga a quienes están involucrados en la atención de un recién nacido, a aplicar la Calificación de Apgar que, como bien se sabe, comprende el dar una calificación de «0», «1» ó «2» a cinco parámetros. El «2» es el favorable y el «0» es el desfavorable. Estos parámetros comprenden el color pálido, cianótico, rasado. En el pulso, lo favorable es una frecuencia cardiaca del recién nacido entre 110 a 140 latidos por minuto, menos de 100 latidos alcanzan un punto, y si no hay latidos fetales, la calificación es «0»; los diversos reflejos neuromusculares, si hay una buena respuesta, son lo óptimo y se asignan 2 puntos; si hay una baja respuesta, se asigna un punto; y si no hay reflejos se da un «0»; al buen tono muscular y la flexión de extremidades se le asignan 2 puntos, el bajo tono muscular y la pobre flexión de extremidades alcanza un punto; la ausencia de tono muscular y la flexión de extremidades alcanza «0» de calificación; y finalmente, si el llanto y la respiración son vigorosos alcanzan 2 puntos, si la respiración es irregular y superficial se asigna un punto; y si hay apnea de más de 60 segundos se aplica «0» de calificación.
2010-01-25 | 1,816 visitas | 3 valoraciones
Vol. 16 Núm.104. Noviembre-Diciembre 2009 Pags. 3-6 GINECO 2009; 16(104)