Autor: Gerstner Bruns Jochen
Ejercemos y practicamos una profesión de alto riesgo en la cual las decisiones muchas veces deben tomarse con rapidez y basadas con alguna frecuencia en informaciones deficientes o en porcentajes estadísticos. Por el otro lado, al no tomar decisiones, los pacientes mueren o se complican. Dependemos de pruebas auxiliares débiles, de procedimientos y consultas que no son perfectos. Basados en nuestras decisiones, realizamos cirugías o tratamientos excelentes, en los que como seres humanos podemos tener éxito o fallar. La medicina y la cirugía raras veces tienen reglas que no tengan excepción, la inhabilidad no es factible. El mejor médico no es el que más sabe sino el que menos se equivoca, y seguiremos presentando complicaciones a pesar de informar honestamente a nuestros pacientes sobre sus posibilidades. No hay ley ni seguro ni acción que pueda eliminar el riesgo del acto médico, ni siquiera cuando éste es ejercido por la persona más calificada, actualizada, diestra y hábil. Las fallas son de dos tipos: las activas y las latentes. Las primeras son aquellas que dependen de las personas, por cualquiera de las múltiples causas que pueden llevar al ser humano a fallar. Las segundas tienen su origen en los elementos de soporte de los procesos, como el mantenimiento de equipos e instalaciones, las políticas organizacionales etc. Estas fallas latentes en 95% son cometidas por personal bien entrenado.
2010-03-09 | 791 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 18 Núm.4. Octubre-Diciembre 2004 Pags. Rev Col de Or Tra 2004; 18(4)